lunes, 5 de noviembre de 2012

Ese alguien

Hace mucho tiempo me encontré con alguien a quien no he podido olvidar.


Alguien que no pensaba en nada y sentía todo cuando miraba a alguien a los ojos y se encontraba con su alma.

Era sencillo ese alguien. Simple, detallista y directo.

Sonreía cuando su corazón se lo indicaba. Contaba chistes cuando te faltaba la respiración y la inspiración.

Jamás encontré a alguien que amara como ese alguien.

Ese alguien era puro, más puro de lo que pueda ser cualquier niño.

Te decía a cada instante lo que sentía. No cabía en su cabeza o en su agenda decirte lo que pensaba. Sólo lo que sentía.

Es más, no tenía agenda.

Lo recuerdo como si fuera ayer.

Ese alguien era risueño, alegre, feliz. Nadie podría representar mejor la felicidad como ese alguien.

Escribía hermosas cartas de amor profundo y las soltaba como si el mundo fuera a terminar hoy.

Ese alguien rompía todo romanticismo. Rompía cualquier molde acerca de los enamorados o de las personas que aman.

Amaba como nadie lo hizo jamás. Brillaba tanto que otorgaba la libertad indicada y justa hacia aquellos que adoraba.

No exigía nada a nadie y recibía más amor que ningún otro ser en este Universo hermoso y mágico.

Dios!, ese alguien era bello, elegante, generoso, divertido, siempre con ganas de dar más de él mismo.

Empujaba a todos a creer en sus sueños más anhelantes y en los sueños más secretos y escondidos.

Ese alguien podría perfumar toda una ciudad entera. Olía como una legión de ángeles unidos por la risa.

Su mirada lo decía todo. En sus ojos se hallaban los más antiguos secretos, las más profundas y difíciles respuestas.

Alguien, era la dulzura personificada. Todo lo que decía estaba lleno de dulzura, las palabras rezumaban dulzura, sus manos estaban hechas de miel y de caramelos y sus ropajes eran del color de la miel y del sol.

Recuerdo a ese alguien como un dulce entregado directamente por dios.

No ha habido nadie rezando como ese alguien lo hacía.

Cómo ese alguien pedía por el ser amado.

Cómo creaba los cielos invertebrados perfectos para que su amado pudiera ser libre por encima de todo y hasta de su amor, del amor que sentía por él.

Ese alguien que deseaba perderlo todo, para dárselo todo al todo.

Siento una nostalgia delicada al recordar a ese alguien.

Jamás me he vuelto a topar con la capacidad amatoria de alguien.

Jamás me he vuelto a encontrar con las intensas e ilimitadas ganas de volver a empezar todos los días con la guía del amor verdadero.

Ya no he vuelto a ver a nadie que ame de la misma forma que lo hizo ese alguien.

Perdí sus huellas.

Perdí su pista.

Lo perdí para siempre.

Pero algo quedó dentro de mí, algo que siempre me hace volver a creer que esa época atemporal es posible en mi pequeña vida terrenal.

Algo dentro de mí sabe y cree que ese alguien puede volver a sorprenderme con la misma fuerza e intensidad que una vez hizo y logró en mi alma y en mi sagrado corazón.

Ese algo me lleva a ese alguien, y ahora lo sé, ahora sé dónde ha estado todo este tiempo y quién es ese alguien.

Ha estado aquí siempre, porque ese alguien... soy yo.

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