La maestría está en donde menos lo esperas

No podría enumerar las lecciones que me entrega el pequeño de mis sobrinos; he de decir que es mucho más que un sobrino...es un ser al que amo con todo mi corazón y por muchísimas razones, pero la principal es, que me recordó quién soy.
Su presencia me hizo recordar quién era yo.
Para él no tengo palabras, no tengo un lenguaje humano capaz de traducir todo lo que siento por su existencia. Cada segundo que paso con él es una alegría y una bendición. Me siento profundamente amada; llega a lo más profundo de mi alma.
Todo lo que hace, lo hace con tanta luz que a veces me asusta. Es un ser tan despierto que mi alma se inclina y venera cada segundo vivido a su lado.
Es un dios disfrazado de niño. No he conocido en toda mi vida a alguien con tanta autoestima, respeto y amor hacia sí mismo, literalmente, a NADIE.
Podría estar horas y horas hablando de él y me faltaría tiempo para sacar toda la información lumínica que tengo y que me llega acerca de él. Para mí es un honor verlo en su esplendor; me siento realmente una privilegiada por VER QUIÉN ES, y os aseguro que él me lo agradece...y de qué maneras!!!.
Una de sus lecciones importantes es recordarme que mis miedos son míos, no suyos. Y que por mucho que proyecte mis inseguridades para con él, él no se va a identificar con ellas ni con las de nadie que conoce. Sé que puede parecer algo casi increíble pero, es totalmente cierto.
Tiene dos años terrenales pero da lecciones que pueden dejarte muda y paralizada, y no sólo a mí, sino a sus padres y a todo aquel que se cruza en su camino vital.
Hace un par de semanas me pidió que le subiera a la ventana de mi habitación, porque desde allí les damos de comer a los pajaritos(los mamones ya me piden comida a las 4 de la mañana!) y quería verlos de cerca. La ventana tiene una gran verja pero tiene una distancia grande con el suelo y cabe perfectamente su cuerpecito por las rendijas de esta, así que, yo me preocupé y le dije: Ignacio yo te subo pero te cojo por detrás...de eso nada, me dijo. Tia, no me agarres, quiero andar solo. Yo le decía sí, sí, sí...pero ponía mis manos sobre su espaldita. Que no. Que ni manos ni nada!!!, que no le agarrara.
En ese mismo instante me descubrí con un miedo atroz a que se hiciera daño...pero me dí cuenta de que mis manos en la espalda molestaban. Se las quité y él estuvo encantado de caminar por toda la ventana a sus anchas...sin que nada le pudiera pasar( yo estaba vigilante).
Vivo en un primer piso y la altura no es muy alta pero para un niño de dos años la caída puede ser un trompazo tremendo. Me relajé(sin quitarle ojo de encima) y permití que él campara a sus anchas. Sonreía y me miraba, y encima me provocaba sacando la piernecita por la verja...y la volvía a meter. Es un maestro.
Otra anécdota, es que con un año cumplido, su madre se empeñaba en cogerlo bien fuerte para cruzar los semáforos y él decía que no, que él quería cruzar solo. No es que saliera corriendo por el paso de peatones sino que quería pasar tranquilamente el semáforo cuando se pusiera en verde, sin manos ni ayudas de nadie...hasta que yo se lo permití. Cruzó tranquilo, a mi lado, y sin manos. Por supuesto, yo vigilante. Y él, un maestro de las emociones.
Lo que trato de explicar con estas acciones de mi pequeño aventurero es que desea determinantemente que se le respete, y sobre todo,se respete su espacio y su auto-suficiencia. Sabe perfectamente quién es y qué hace aquí.
Tengo un avion hecho de papel por él, impresionante, perfecto y hermosamente bello. Es un avión!!!, y sólo tenía un año y tres meses cuando lo hizo!!!.
Otra anécdota muy muy muy impresionante fue un día que mi hermano el mayor le quería regalar un sombrero de cowboy con una pistola; yo hablé con sus padres y les dije que porfavor, que ni se les ocurriera permitir aceptar la pistola porque es...blablabla...un discurso de los de aúpa. Estaba preparada para echarle un broncón a mi hermano por su inconsciencia pero...no hizo falta. Ignacio hizo lo que tuvo que hacer. Se le regaló ambos juguetes(si es que a una pistola se le puede llamar juguete) y cuando vió la pistola dijo: no, esto no me gusta.
Me ahorró todo un arduo trabajo de despertar un poco la conciencia de alguien.
De estas, puedo contar mil anécdotas...como por ejemplo, el día que su madre estuvo a punto de pegarle en la boca porque no comía y se contuvo, él la miró y dijo con expresión seria y fuerte: NO SE PEGA A LOS NIÑOS.
No tengo nada más que contar. Los maestros no son aquellos que sólo llevan años meditando y recluyéndose de toda la sociedad, sino aquellos que llegan con pasión desde su mismo nacimiento y te dan lecciones gratis, continuamente...

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