A ti, mi REY
A ti, mi REY.
Bien sabes cuánto he batallado para estar a tu lado, cuánto he tenido que superar y sanar...y hoy, te llamo desde lo más profundo del alma. Te llamo para que sepas que no cejaré en mi empeño, y que no permitiré que el cemento, la herida, la duda, el ego y el miedo se interpongan entre tú y yo.
Ahora sé porqué no he podido encontrarme contigo de nuevo.
Porque no he sabido amarme como yo solía hacerlo en nuestra esencia natural.
La Tierra es un campo arduo y difícil, aún así he sabido mantenerte puro dentro de mí, he sabido guardarte lo mejor que hay en mí para ti.
Sigo aprendiendo mucho y sigo viendo grandes perlas en todos los adioses, las soberbias que la vida temblorosa me regala, los cobardes y los espejismos bonitos.
Sigo sacando la mejor miel del dolor profundo de mi alma. Sigo perdonando a los que me insultan, a los que intentan destruir mi amplia capacidad de visión álmica, a los que me odian por mi brillo y poderío personal. Aún así, el dolor se torna insoportable y frío.
Estoy aprendiendo a no maltratar mi grandeza de espíritu, a veces se torna complicada porque no hay muchos que comprendan la bondad de cada acto que realizo.
Ensangrentada estoy, amor. Pero volveré a caminar por ti y por mí. Porque este mundo ha hecho del amor un club barato de socios que se desconocen entre sí. Tú y yo estamos destinados a fundirnos en uno.
Mi corazón herido sigue abierto, abierto a la esperanza de que puedas comprender mi espera y mi excelencia para con nosotros.
Sólo lo barato dura poco.
Cuantas creencias erróneas hemos decidido implementar en nuestras alas enormes y transparentes. Cuánto nos hemos alejado tú y yo...y lo hemos hecho para encontrarnos más brillantes y más hermosos.
Quiero que sepas que vaya donde vaya, esté con quien esté, haga lo que haga...te encontraré. Te encontraré, amor, te encontraré.
Hoy tú eres mi esperanza y sólo quería darte las gracias por ello.
Gracias por existir dentro de mí. Por ser más grande que la vida misma. Por ser tú y reconocerte dentro.
Te amo, risueño guerrero.
Bien sabes cuánto he batallado para estar a tu lado, cuánto he tenido que superar y sanar...y hoy, te llamo desde lo más profundo del alma. Te llamo para que sepas que no cejaré en mi empeño, y que no permitiré que el cemento, la herida, la duda, el ego y el miedo se interpongan entre tú y yo.
Ahora sé porqué no he podido encontrarme contigo de nuevo.
Porque no he sabido amarme como yo solía hacerlo en nuestra esencia natural.
La Tierra es un campo arduo y difícil, aún así he sabido mantenerte puro dentro de mí, he sabido guardarte lo mejor que hay en mí para ti.
Sigo aprendiendo mucho y sigo viendo grandes perlas en todos los adioses, las soberbias que la vida temblorosa me regala, los cobardes y los espejismos bonitos.
Sigo sacando la mejor miel del dolor profundo de mi alma. Sigo perdonando a los que me insultan, a los que intentan destruir mi amplia capacidad de visión álmica, a los que me odian por mi brillo y poderío personal. Aún así, el dolor se torna insoportable y frío.
Estoy aprendiendo a no maltratar mi grandeza de espíritu, a veces se torna complicada porque no hay muchos que comprendan la bondad de cada acto que realizo.
Ensangrentada estoy, amor. Pero volveré a caminar por ti y por mí. Porque este mundo ha hecho del amor un club barato de socios que se desconocen entre sí. Tú y yo estamos destinados a fundirnos en uno.
Mi corazón herido sigue abierto, abierto a la esperanza de que puedas comprender mi espera y mi excelencia para con nosotros.
Sólo lo barato dura poco.
Cuantas creencias erróneas hemos decidido implementar en nuestras alas enormes y transparentes. Cuánto nos hemos alejado tú y yo...y lo hemos hecho para encontrarnos más brillantes y más hermosos.
Quiero que sepas que vaya donde vaya, esté con quien esté, haga lo que haga...te encontraré. Te encontraré, amor, te encontraré.
Hoy tú eres mi esperanza y sólo quería darte las gracias por ello.
Gracias por existir dentro de mí. Por ser más grande que la vida misma. Por ser tú y reconocerte dentro.
Te amo, risueño guerrero.
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