Profecía blanca del maestro judío

Hay un hombre en Israel que sonríe como niño y ríe como colibrí.
En este tiempo actual existe un maestro judío sabio, muy sabio que está detrás de las cortinas del poder de la Torá.
Es un hombre que respeta a los animales, que juega mucho con los niños. Su bondad se expande allá donde va. Los seres verdaderos lo aman de corazón. Es un hombre querido. 
Pero es un hombre que también ha sufrido mucho. Fue involuntariamente encerrado en centros psiquiátricos por experiencias alejadas de lo sagrado, mas no dañaban a nadie, sólo al que duerme profundamente.
Este hombre aprendió no sólo de los libros ocultos o prohibidos sino de la vida y de los seres humanos que lo rodeaban y lo impregnaban de conocimiento. Un conocimiento que no se entrega ni se reparte en panfletos universitarios. Un conocimiento de piel, de palabra y de pies cansados.
Este maestro ha recibido desprecios, burlas y humillaciones tales que la Fuente madre divina le tiene una sorpresa luminosa en su presente. Es un hombre que SABE, que HA VISTO, que ha escuchado y no ha impuesto nada.
Pasea por las calles de Jerusalén con la inocencia de un niño pequeño y sonríe a todo el mundo. Ha trascendido su propia religión y camino espiritual heredado. Es culto, parece loco, pero es lo más cuerdo que un ser humano podría ser.
Ese hombre que ha sido renegado en ceremonias importantes, asambleas judías trascendentes para su pueblo y decisiones más que relevantes para la Comunidad Judía y su comprensión espiritual...debería ser nombrado maestro en el Concilio de los 24. 
Su mirada ha traspasado los umbrales de lo físico. Pero su gran sentido del humor lo aleja de los grandes responsables del Concilio. 
Mira la vida con una alegría propia de un ser LIBRE y profundamente iluminado por su propia FUENTE DIVINA, o como dicen los hermanos judíos, EL ETERNO.

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