viernes, 10 de julio de 2020

¿Quiénes somos?

Hace casi 4 años, mi pareja y yo, fuimos a visitar a una terapeuta física para hacernos unas sesiones de reflexología. Su consulta terapéutica la tenía en su casa y mientras yo esperaba a mi sesión, permanecí en la salita de estar junto a la mamá de dicha terapeuta.
Su madre tenía eso llamado "alzheimer". La mujer en ocasiones se expresaba con gemidos o casi gritos, pero no hablaba.
Cuando salí de mi propia sesión y nos despedíamos, nuestra terapeuta nos dijo: no se entera de nada, no puede hacer casi nada y está como ausente. 
En ese momento yo le espeté de forma muy tierna: disculpa, pero tu madre se entera de todo. Puede hacer lo que los dos mundos en los que está, le permite hacer. Y sólo se expresará de la forma que lo necesite, no de la forma que lo necesitemos nosotros o que no podamos entender.
En ese momento, me puse a hablar con la mujer y comenzó a sonreir. Le hablé de manera muy dulce y tierna y en ningún momento ignoré su presencia. La veía ausente del mundo físico e iba a otros mundos a encontrar respuestas más clarificadoras para sus preguntas. 
Este mundo en el que vivimos es un tercio de lo que experimentamos en otras realidades más sutiles. 
Nuestra amiga terapeuta se sorprendió y me dijo que nunca sonreía o entendía quién le hablara. Mi pareja le contestó: bueno, Elena es así, especial, sutil, VE.
Mi abuela también tuvo una enfermedad difícil llamada demencia senil. Y vino después de un shock emocional como la pérdida de un hijo querido a la edad de 63 años.
Un hombre muy amado en nuestra familia.
Mi abuela ya había perdido a una hija de 10 años. Mi tía Dorita.
Sólo tenías que ver su rostro para saber que fue un ángel en la Tierra. Dulce como un hada.
Las pérdidas de los hijos son preguntas profundas que los padres lanzan a Dios, en ocasiones, con una insistencia casi enfermiza. Perder a un hijo es perder parte de tu esencia-luz. 
Perder a dos...no puedo imaginarlo.
Cuando las preguntas a Dios no son contestadas, al menos, en los momentos que se requieren ser contestadas, las esencias abandonan toda esperanza mental y se desconectan de esta realidad.
No la soportan. Y comienzan a buscar en otras realidades más sutiles y menos densas. 
De ahí que lo que nosotros sintamos como pérdida de memoria, sea una desconexión casi total con esta nuestra realidad física.
Mi otra abuela María, me dicen que perdió "la cabeza" o la memoria también y, que en sus últimos años, hablaba con mi abuelo muerto como si estuviera en el salón. La trataron como loca o desequilibrada.
Y yo le dije a mi madre: ¿y qué te hace pensar que el abuelo no estaba allí y que hablaba con ella? 
Hemos tenido tías y familiares mediums, videntes, etc...
Mi madre se calló y me contestó hace poco: tienes razón, podría ser posible.
NO SABEMOS NADA.
Creemos saber y no sabemos nada de la vida, de esta vida y de otras vidas. De otros mundos. 
La verdadera búsqueda empieza cuando el intelecto o la gran mente se apaga.
Y se enciende la mayor biblioteca del Universo: tu corazón.
Apaga la mente. Enciende tu SER y tu canal cardiovascular.

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