El otro día mientras comíamos en casa, como habitualmente hacen mis hijos y nietos (gatos), tres de ellos se subieron a la mesa y comenzaron su ritual de petición de "algo". Obvio que cuando han comido no les doy nada porque quiero mantenerlos en un estado óptimo de salud, pero alguna vez si cae algún trocito de algo, lo que sea. (El otro día, ¡Brownie probó la crema fría de remolacha y le gustó!)
Quien me diría a mí que iba a aguantar que mis gatos se subieran a la mesa. Pues sí lo hacen. Cuando hay invitados no hay ni que corregirlos. NUNCA SUBEN A LA MESA. Son muy educados. Pero papá y mamá son otra cosa...
En un momento dado, Brownie se puso tan insistente pidiendo comida que Pau perdió la paciencia y la empujó suavemente para que bajara y cayó mal al suelo. Salió corriendo y los dos nos quedamos encogidos por presenciar la mala caída.
Su madre, Vela, que estaba enfrente y había sentido mi acongojamiento me miró de tal forma que entendí a la perfección lo que quería transmitirme:
"Tened paciencia. Tened cuidado con Brownie, es una niña muy sensible y hay que tratarla de manera correcta, no con prisas y abruptamente".
Luego miró a su padre fijamente. Estuvo mirándonos durante minutos fija y tratando de explicarnos que hay que ser más pacientes y suaves. Cuanto más le decía: cariño, lo siento, sé que Brownie es muy sensible y que la amas mucho (es pura adoración lo que tiene por ella), siento mucho la impaciencia. Pau hizo lo mismo y no dejó de mirarnos fijamente durante más de 6-8 minutos. Vela es un SER muy especial y sabe cómo debe comunicar lo que siente. Nos enseña mucho a los dos. Mucho.
Con los hijos hay que tener MUCHA PACIENCIA. Y a través de estos, el desarrollo de la paciencia es un ejercicio diario y poderoso. Practícala.
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Muchas gracias por aprender a AMAR a estos seres tan especiales como yo lo hago y quiero hacer cada día de mi vida.
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