sábado, 16 de enero de 2021

Soberanía y destrucción

 Siempre he pensado que las experiencias personales con Jesús o Yeshua, deben ser eso: personales. ¿Por qué? porque cada ser humano es único y diferente al resto. Cada ser humano siente de una manera distinta a los demás. Y ni siquiera en el sentir somos iguales. Aunque nos vendan lo contrario...

Hoy voy a romper mis propias normas, y, voy a hablar de mi experiencia con Yeshua, porque siento que puede encender la lámpara interna de alguien y entender su camino aderezado de espinas y sangre sin manchas visibles.

Millones de seres humanos han llamado interiormente a Jesús en momentos delicados, complicados, oscuros y dolorosos para que puedan recibir esa ayuda celestial que tanto necesitamos en instantes difíciles, y, según ellos, la han recibido. Han obtenido verdaderos milagros y alivio, rápida y velozmente. Y está bien que así sea. 

Pero luego existen millones de seres humanos que NO OBTIENEN RESPUESTA de ningún tipo. Y me conozco al dedillo, la respuesta casi unánime de los bienintencionados católicos apostólicos romanos: "algo no harás bien en la oración", "tú sabrás qué estás sembrando", "debe ser karma, acéptalo" y lindezas por el estilo. 

Yo hoy quiero compartir mi experiencia con aquellos que no han obtenido respuesta del señor o de Jesús el Cristo. Aparentemente.

En mis días y noches de penumbra vital de "ataques diabólicos" y días plenos de angustia, escalofríos, dolor y desazón, yo pedía con insistencia AYUDA de parte de Jesús, el verdadero. Pero como conocía bien (y conozco BIEN) el mundo de disfraz dimensional y sutil que existe en esta Tierra, no podía ni siquiera confiar en quién vendría a mi socorro. No era un buen momento para decaer ni entregarme en corazón y alma a "cualquier entidad" que viniera disfrazada de Yeshua. No quería arriesgarme por nada del mundo. Y lo único que podía hacer era llamar a Jesús de manera sencilla: Yeshua, tú el único, el verdadero, ayúdame maestro, ayúdame. Decía y suplicaba entre lágrimas de desesperación para que este acudiera a mi llamada instantáneamente. Pero no acudía nadie. Nadie aparecía ni me sentía mejor. Días y noches llamando al maestro...y mi fe parecía morir, morir de verdad. Pero lo que no sabía es que mi fe se estaba transformando en algo más grande.

Mi búsqueda de la verdad era tan fuerte ( y sigue siéndolo), que hasta el maestro, EL VERDADERO, supo qué hacer y fue NO APARECER.

Una noche al sentir una aceptación total y plena a lo que estaba viviendo, decidí no pedir nunca más ayuda. Dejé de pedir ayuda. Mientras sentía cómo me dañaban a nivel energético y mi cuerpo reflejaba el terrible dolor del ataque demoníaco vi un hombre altísimo de 2 metros, de piel cetrina, y, una mirada hermosa ,y, simplemente permaneció ahí. Enfrente de mi cama indicándome su presencia, nada más. El ataque se rebajó de manera sorprendente y no dijo NADA. Pero yo sentí que era alguien que yo desconocía, y , a la vez, conocía muy bien. 

Otra noche supe qué hacer con los ataques demoníacos y me sané a mí misma, me calmé y me llené de mi propia presencia. El hombre misterioso aparecía en mi mente, y, empezó a mostrarme escenas de SU VIDA. Cuando las ví, supe quién era. En realidad, lo supe desde el primer momento. Y le dí las gracias. Y él me dijo: tú has pedido la verdad y yo te la muestro. NUNCA me has necesitado. Nadie me necesita, pero el hombre cree que sí. Y por eso obtiene lo que busca: ALIVIO. Tú no sólo buscas alivio, buscas la VERDAD, y, la verdad se consigue con soberanía. Tú has ido detrás de la tuya. Tu SER te lo gritaba desde hace mucho tiempo. Mucho, pero no escuchabas. Y te puso en una situación extremadamente dolorosa. Solamente para que atendieras a tu SOBERANÍA, la que NADIE puede usurpar en este mundo. Ni siquiera yo. Sobre todo, YO. 

Elena, yo soy tu hermano. No soy el sustituto de tu poder divino. NUNCA arrebataré la soberanía de ningún ser despierto. Esta le pertenece a él o a ella, no a mí. La conexión con tu propia soberanía divina y humana no debe ser interrumpida por nada ni nadie. La soberanía cuesta mucho...tiene un precio muy costoso. Imagina que después de todo lo luchado, lo construído por ti, lo trabajado, lo sacrificado por tu SER aquí en esta dimensión...viniera yo (u otro Dios) y me pusiera la medalla de la conquista soberana sobre tu SER, tu luz, tu conciencia. Yo no soy el usurpador. Yo soy CONCIENCIA. No un salvador. Yo soy tu gran hermano, mas nunca tu eterno salvador. Yo sé quién eres ,y, por esa razón o verdad, he de actuar, he de ser JUSTO y verdadero con las conciencias despiertas. 

Tus triunfos espirituales SON TUYOS y de Dios, tu divinidad interna. No míos. Yo soy Jesús, el que conoce a los suyos y SABE que no necesitan mi ayuda. Porque lo SON TODO. 

La soberanía espiritual DUELE MUCHO, más de lo que la media humana imagina. 

La soberanía espiritual es una soledad auto-iluminada y construída. 

La soberanía espiritual es un viaje arduo, difícil e incomprendido. 

Pero si quieres acercarte a tu Dios interno, tu conciencia pura, debes decidir ser soberano de ti mismo. Y eso, créeme, asusta mucho. Porque las religiones, lo que hacen TODAS, es generarte co-dependencia de algo externo a ti. Y no hay nada externo ahí que vaya a servirte de guía. Sólo tú mismo, si así lo decides. 

¿Soberanía o alivio momentáneo? TÚ ELIGES.




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