Acompaña en el adiós de este mundo
El sábado por la tarde, en un paseo por mi pequeña ciudad, me encontré a dos niños observando a una paloma que agonizaba con su vida. La palomita estaba enferma (parecía un virus o tóxico del cielo afectándole gravemente. De esos que nos tiran para matarnos y envenenarnos diariamente) y me acerqué para comprobar qué le pasaba. Supe que estaba intentando morir. Sufría.
Puse mi mano en su lomito y en sus alitas y le dije que ya era su hora y que no debía sufrir más. Que iba a ser guiada y cuidada al dejar su pequeño cuerpo. Estuve unos minutos así. De repente, se incorporó poderosamente, me miró a los ojos y volvió a caer. En ese instante, supe que había querido darme las GRACIAS. Estuve unos minutos más con ella calmándola y preparándola. Sentía un calor y un amor intenso en ella. A los pocos instantes de hacer unos decretos de acompañamiento para su almita...abandonó su cuerpo. Dejé de sentir el dolor y el sufrimiento fuerte de ella. Me sentí aliviada.
Los niños entendieron que la había acompañado en su partida. Sentí que lo entendieron. Ojalá hagan lo mismo cuando vayan creciendo y sientan valor por y para decir... adiós.
No hay nada más triste y doloroso que irte del mundo sin que nadie te diga ADIÓS o gracias por existir. No lo permitas en NINGÚN SER DE ESTE MUNDO. Si puedes hacerlo, hazlo. Todo en la medida de tus posibilidades. Pero jamás veas a un animal moribundo y lo abandones. Es como si abandonaras a un ángel. NO LO HAGAS.
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Gracias por tu sensibilidad para con los pequeños y hermosos maestros de la natura.
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