El otro día, en el hospital veterinario, me encontré con dos preciosos perros que esperaban pacientemente en la sala de espera a su médico personal. Uno de ellos, el más grande, estaba todo el rato llorando porque según sus mamás humanas: "sabía a lo que venía y no quería que llegara el momento" y el otro más pequeño estaba asustadizo mirando a todas partes. Hasta que observé al más grande y no sólo era que estuviera nervioso o asustado por la visita a su doctor, era algo más. Se arrastraba por el suelo y lloraba y miraba al frente como si estuviera "viendo algo". Y el pequeño lloraba con el mismo tono agudo que el grande, cosa que me llamó la atención mucho.
Al final descubrí que estaban llorando porque estaban viendo ambos a un perrito recién fallecido en la clínica. Los papás del mismo habían salido unos minutos antes y los perritos indicaban con su lloro la tristeza del perrito "en el otro lado". Sentí pena por no poder comunicarles que ya estaba echándoles de menos y que estaba más que presente en sus corazones. Son momentos en donde no sabes cómo comunicarles a los humanos ese puente sutil de comunicación entre ellos y nosotros. Pero están ahí y siempre estarán ahí para comunicarse con nosotros, al igual que hacen los humanos.
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¡Gracias por ocuparte de los ángeles de la Tierra!
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