jueves, 18 de abril de 2024

Un cuento para dormir

 Yeshua se había tomado un descanso debajo de los olivos después de recoger las aceitunas de temporada. Le gustaba meditar debajo de los mismos y retomar fuerzas para seguir recogiendo el fruto y entregarlo a las comunidades cooperativas de Jerusalén. Muchos romanos se habían unido este año para ayudar a Yeshua y su enorme entrega con la natura. No estaba bien visto que los soldados charlaran durante horas con Yeshua y encima le ayudaran en la recogida de aceituna, pero él los provocaba inteligentemente diciéndoles: "hijos de las tierras áridas, habéis aprendido a luchar hombre contra hombre para conseguir la sangre del adversario, pero no habéis aprendido a sudar la tierra que os da la fuerza para quitar la vida...sois medio hombres y no estáis completos".

Ante semejantes palabras, la fracción romana del tercio III, comenzaba esa misma semana a ayudar a Yeshua a otorgarle capazos enormes y carros para trasladar todos los kilos de aceitunas a un lugar apartado en los montes de Jerusalén donde se maceraba la aceituna para hacer aceite comestible y para ungüentos especiales que el mismo Yeshua preparaba junto a Magdalena. Ambos eran amantes de la fitoterapia y sabían de la alquimia que brindaban los preciosos olivos de la tierra hebrea.

Mientras descansaban todos debido al calor que hacía esa mañana, Yeshua observó cómo un cuervo majestuoso negro se acercaba volando lentamente a la raíz enorme del olivo que lo protegía y allí se posó durante unos minutos mirando fijamente al cálido maestro.

Yeshua le preguntó mentalmente: ¿tienes calor, pequeño?

Y a continuación puso su cuenco de madera al lado del cuervo y le sirvió agua de una jarra que circulaba entre todos los hombres para saciar su sed. El cuervo bebió Y le dijo gracias.

Pero el cuervo lo seguía observando y Yeshua sonrió. Entonces, el cuervo se le acercó dando pequeños pasos hacia él y se puso en su rodilla izquierda sin temor cerrando sus alas y tumbándose en la pierna del maestro sin miedo ni ansiedad alguna.

Yeshua acarició con mucho cuidado su cabeza. Y el curioso pájaro le preguntó mirando al grupo de amigos íntimos de Yeshua: ¿no tienes miedo de que vayan a dañarte con la traición?

Y Yeshua observando profundamente a los ojos del ave negra le dijo: la traición ya se dió...ahora estoy disfrutando con mis amigos, los pobres y los romanos. Los eruditos y los que no saben nada. El tiempo es engañoso, hermano cuervo. No creas en el pasado.

El cuervo se incorporó y mirándole fijamente a los ojos le respondió:

"Tú eres el Yeshua que yo esperaba. Gracias por mostrarte ante mí, maestro".

Y la pequeña y dulce ave salió volando surcando el cielo como si eso fuera todo lo que necesitaba en ese instante.


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