Escritor
Nunca le digas a un escritor que las palabras no son importantes.
Las palabras son su vida. Y su vida es volcada en racimos de expresión eclosiva en cada una de las sílabas que escoge. El escritor escoge cada palabra en base a lo que siente, piensa o vive. Escoge.
Sólo aquel que no sabe lo que cuesta una lágrima o cientos de ellas compartidas en palabras diría que los verbos no son tan importantes.
Cuando era niña comprobé muy temprano a cuántos niños y niñas atraía a través de mis palabras, pero no eran solamente palabras, eran las vertientes luminosas que fluían a través de mi corazón, alma, espíritu y cuerpo. Se quedaban absortos con mis historias y para ellos, los niños, las palabras eran importantes. ¡Tan importantes!
Para un niño, una palabra de amor y aprecio no es solamente un sonido que el padre o la madre elige para comunicarse. Es el sonido del amor incondicional hacia sus presencias y existencias en esta vida. Ellos comprenden lo que está bien dicho y bien sentido y también entienden que una mala palabra puede destruirles el corazón en una sola tarde sin que nadie se entere.
Pasa lo mismo con los adultos. Pero los adultos ya no valoran ni las palabras ni el silencio. Valoran el ruido y el lleno de absurdeces existenciales.
"Las acciones son las que cuentan". Sí. Y las palabras justas, indicadas y necesarias.
Las palabras importan porque es donde vive mi mundo, mi ser, mi corazón, mi arte, mi visión profunda de la vida.
Nunca le digas a un escritor que las palabras no importan porque puede ser que en su lenguaje esté el código perfecto de la esencia de Dios.
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